23 Ene Jamalzadeh: padre de la ficción persa moderna (2)
Ŷamālzādē: padre de la novela persa moderna. Una experiencia personal
Artículo publicado en la revista “Iranología 2, no. 2 (2009): 207-214
El texto original en persa fue elaborado por el señor Majid Maddi, uno de los colaboradores del sitio web iberopersian.com
Segunda parte
1.- Vida (continuación)
Con doce o trece años, Ŷamālzādē fue enviado por su padre a Beirut para continuar sus estudios. Durante su estancia en la capital libanesa aprendió francés, y conoció a personalidades iraníes y extranjeras de la cultura y de la política. Este hecho, sumado a los recuerdos de su juventud en Irán y en compañía de su padre, le otorgó un bagaje para sus creaciones literarias. ¿Hasta qué punto el conocer y el relacionarse con estas personas pudo influir en la formación de la personalidad de Ŷamālzādē y en sus ideas preclaras y liberales? Sin duda, su profunda percepción de la política internacional, su seguimiento de los acontecimientos políticos y su sensibilidad y atención hacia todo lo relacionado con Irán y los iraníes, incluso durante su vejez y los años de enfermedad y soledad, demuestran su interés, patriotismo y amor por Irán, que se originó a partir de las relaciones y el aprendizaje durante su adolescencia y juventud.
Ŷamālzādē, tras su estancia en Beirut y finalizar sus estudios de nivel medio, decidió viajar a Francia para continuar sus estudios, ya que entonces había una gran fiebre por aprender las nuevas ciencias en la Europa desarrollada. Por este motivo, los iraníes influyentes viajaban en grupos al Viejo Continente vía San Petersburgo y Turquía, para continuar o finalizar sus estudios. Posteriormente, durante los últimos años antes de la caída de la dinastía qāŷār y la llegada al poder de la dinastía Pahleví (1925), se aprobó el envío de estudiantes a Europa a cargo de los presupuestos del Estado, y los jóvenes de renombre fueron enviados a dicho continente para continuar sus estudios. Ŷamālzādē tenía intención de continuar sus estudios en Francia, pero, al parecer, después de las consultas y conversaciones que durante su trayecto a este país mantuvo con sus contactos en Egipto, cambió de decisión, se fue a Suiza y se instaló en Lausana, pero después de un año se trasladó a la localidad francesa de Dijon y se licenció en Derecho en la universidad de esta ciudad.
Ŷamālzādē no se encontraba a gusto en esta ciudad. Su espíritu entusiasta y sus ansias de lucha por la libertad añadido a su interés por leer y escribir no eran compatibles con el silencio y la soledad, por lo que tras finalizar sus estudios en 1915 viajó a Berlín, ciudad que entonces era refugio de liberales, escritores, intelectuales y activistas en pro de la libertad, hasta donde ya se habían desplazado muchas personas que dejaron sus países y donde, a pesar de sus diferentes puntos de vista y costumbres, empezaron a luchar con un objetivo común en ese rincón del mundo.
Poco después y con el comienzo de la I Guerra Mundial se formó en Berlín el Comité Mellīūn (es decir, «de los nacionales»), encabezado por Seyyed Hasan Taqīzādē, cuyo objetivo era combatir a Rusia e Inglaterra. A este comité se incorporó Ŷamālzādē, para lo cual se había desplazado precisamente hasta Berlín y, al poco tiempo, fue enviado por el Comité a Bagdad y Kermanshah, donde residió más de año y medio en estas dos ciudades, trabajando para el Comité. A su regreso a Berlín se dedicó a escribir sus pensamientos y reflexiones liberales para su publicación en la prensa, y, gracias a la audacia y mediante la colaboración de Taqīzādē y otros fundó la revista Kāvē, cuyo primer número se imprimió en 1916, en Berlín. Su colaboración con esta revista continuó hasta su cierre en 1922, tras lo cual Ŷamālzādē aceptó la dirección de los estudiantes iraníes enviados a Europa por encargo de la Embajada de Persia. La aceptación de esta responsabilidad cultural y política y la problemática de solucionar los asuntos de los estudiantes, añadía cada día más éxito a la popularidad de Ŷamālzādē. ÉI, figura cultural y popular dotada con el don de gentes, dedicó ocho años de su vida a atender los asuntos de los estudiantes becados. Según sus amigos, nuestro escritor consideraba ese periodo como los mejores años de su vida y siempre hablaba muy bien de esa época.

revista Kāvē, Berlín, 1918, desde la izquierda Seyyed Hasan Taqīzādē (sentado), Seyed Mohammad Ali Ŷamālzādē (de pie)
En el transcurso de su vida Ŷamālzādē compaginó algunas veces tareas oficiales con su labor como empleado de la Oficina Internacional del Trabajo, órgano adscrito a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, tras su jubilación en 1956 en Berlín, se desplazó de nuevo a Ginebra, donde residió hasta el final de su vida. Mientras fue miembro de dicha Oficina viajó cinco veces a Irán, donde permaneció poco tiempo. Se dice que no pasó, en total, más de trece años de su larga vida en Irán. A pesar de que pasara la mayor parte de su vida en el extranjero, podemos afirmar que dedicó todo su esfuerzo a exaltar la cultura de Irán y a divulgar la lengua persa. Este gran escritor falleció en el mes de noviembre de 1997 en una residencia de ancianos en Ginebra.
Antes de terminar este epígrafe desearía mencionar un recuerdo de él. Un día que fui a visitarle me dijo: «Sr. Cónsul, anoche soñé con el ángel de la muerte» y, al verme, me dijo: ‘¡No temas, que no vengo a por ti!’. Le pedí al ángel de la muerte que me diese un consejo, y me contestó: ‘No molestes a nadie y haz todo lo que quieras/ que no hay en nuestra senda más pecado que éste’. Asombrado, le dije que esta poesía es de Hafez (conocido como «La voz divina»). De repente, me desperté aterrorizado. Entre la duda, miedo y dolor cogí el Corán, lo besé, lo coloqué sobre mi ojo, y lo abrí al azar, entonces apareció una aleya con el mismo significado, ya que todas las poesías de Hafez, que la bendición de Dios sea con él, se ajustaban al Corán, pues él no recitaba fuera de la religión.»
Todas las cartas, manuscritos, fotografías y documentos de Ŷamālzādē que obraban en el Consulado General de la República Islámica de Irán en Ginebra fueron entregados después de su muerte al Centro de Documentación Nacional de Irán, así como él donó en vida la mayor parte de su biblioteca personal a la Biblioteca Central de la Universidad de Teherán, donando el resto de sus pertenencias y patrimonio a dicha Universidad para que de sus ingresos y de la publicación de sus libros se cree una fundación cuyos beneficios se destinaran a fines caritativos y culturales.
Continuará…
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